Serie Palabras de Seoane: La Valentía y la Moral de El Comercio
Transcripción del texto publicado en Manuel Seoane Corrales 50 años
Ustedes están pensando en "El Comercio". Y yo también. Nada y nadie pueden personificar mejor una política de miedo en la oposición y de la insolencia en el gobierno. Ningún rotativo del mundo critica a un gobierno con la energía y la dureza de "El Comercio". Pero cuando este gobernante está caído.
Recuerdo una anécdota que lo define íntegramente. El 4 de Febrero de 1941, cuando estaba Billinghurst de presidente, el civilismo, utilizando a un militar -ayer como hoy- organizó una revolución de madrugada contra aquel mandatario, hombre que, equivocadamente o no representaba ciertas aspiraciones populares. El diario decano preparó dos ediciones: una donde atacaba a Billinghurst y otra donde lo justificaba. Entre tanto, el teléfono daba cuenta del avance de los revolucionarios. Cada noticia favorable a Benavides acercaba la edición revolucionaria a la sección venta. Pero a cada informe contrario, se la retiraba velozmente, sustituyéndosela con la edición gubernativa. El manejo duro hasta que Benavides tomó la casa de Pizarro. entonces, solo entonces, el heroico periódico civilista se lanzó a la calle.
En 1929, ya nonagenario, el rotativo aristocrático ha perdido el pelo pero no las mañas. Perseguido, hostilizado, sufriendo toda clase de molestias en el cobro de suculentos avisos oficiales que Leguía le brindó, "El Comercio" pudo erguir su actual edificio de cemento armado y constituirse en sociedad anónima. Por concepto de impuesto debía pagar 10 mil soles. Pero el civilismo esta acostumbrado a burlar la ley y a quebrar la espina dorsal, 10 mil soles bien valen, para "El Comercio", una humillación. Mediante motivos secretos, y compromisos misteriosos, Leguía, el tirano Leguía, perdonó a "El Comercio". Por eso, me sorprende que en esta hora de floreciente de Catones, no haya surgido ninguno que acuse, por defraudación al Fisco, ante el Tribunal de Sanción, conjuntamente, a los dueños del diario y al ex-tirano del Perú.
Pero hay datos más frescos, de historia contemporánea. Como por ejemplo, la gradación de adjetivos con que "El Comercio" calificó a Leguía en los días de la revolución. Cuando estalló el movimiento de Arequipa, era "el presidente señor Leguía". Después de su renuncia, y antes de la llegada de Sanchez Cerro a Lima, era "el presidente depuesto". En las horas en que no estaba segura la revolución, "el gobierno fenecido". Finalmente, cuando Leguía fue encerrado en el Panóptico, ya bajo siete llaves, "El Comercio" lo llamó: "el tirano nefasto".
Esta es la moral del periódico que hoy ataca a las fuerzas jóvenes del país y se atreve a suponernos indecisiones. "El Comercio", que durante de los once años de tiranía vivió en absoluta sordomudez. Hoy, recuperada súbitamente el habla, es natural que tartamudee y diga tonterías. Son consecuencias del temperamento y de la edad. Al fin y al cabo "El Comercio" sólo se lee por las señoronas civilistas que buscan las notas sociales y la lista de defunciones. Y se sabe que, como lo ha dicho Haya De la Torre, no ha tenido otra lealtad que el significado literal de su nombre.
Así dibujadas, en líneas generales, las características de la política civilista, se comprenderá fácilmente por qué las fuerzas renovadoras del Perú, polarizadas en el Partido Aprista Peruano, no solamente no pueden pactar ninguna clase de alianza con los representantes del pasado, sino que, por un elemental deber histórico y social, deben combatirlos sin tregua. Todo hombre que desee sinceramente el bien del Perú, lógicamente debe ser implacable con sus explotadores profesionales.
No se puede implantar el bien, sin extirpar el mal. No se puede ser antiimperialista sin ser también anticivilista.
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