11 de Setiembre

 




Mientras unos recuerdan a los caídos en la destrucción de las torres gemelas en Nueva York, otros la caída de Salvador Allende en Santiago de Chile. En mi caso personal recuerdo ambas historias porque me tocó, vivirlas, como a varios, de manera especial.

Si bien las observé de lejos cuando ocurrieron, viví sus consecuencias por buen tiempo. En la primera, si bien fue impresionante ver como ingresaba un avión por la estructura de esos enormes edificios; y en la segunda, los detalles de las horas y días siguientes al golpe de estado son espeluznantes. Vivir, en tanto en Chile como en los Estados Unidos, me da esa perspectiva especial.

 

Vivi en Santiago por más de cuatro años, lo que me ayudó a poner a Salvador Allende, y al “General”, donde corresponden. Pero de este último no voy a hablarles el día de hoy. En lo personal, la calificación de Allende la hago considerando lo que recibió y lo que hizo. El gobierno del Partido Demócrata Cristiano (1964-1970) que había sembrado altas expectativas con su promesa de “Revolución en Libertad” entro al tercer año en una crisis sin precedentes en un “país de tres tercios polarizados”.

 

Durante el gobierno de Frei Montalva, hubieron dos años de pujanza, pero al tercero el crecimiento se detuvo y se reavivo la inflación producto de programa económico excesivamente expansivo en el gasto, financiado con emisión monetaria. La inversión pública y la recaudación se estancaron, y la dinámica se concentró en tratar de calmar las aguas ampliando el gasto corriente. Los años siguientes fueron de continuo deterioro llevando a Allende al poder.

 

El programa económico del presidente electo por Unidad Popular, coalición entre el partido comunista, el partido socialista de Chile y otros movimientos menores; implicaba la construcción de un estado popular, con economía en gran parte estatizada y centralmente planificada. Acá les voy a resaltar lo que mis profesores en Chile me enseñaron, y que ocurrió en este momento de la historia, permaneciendo inalterable hasta nuestros días. La ley de nacionalización del cobre fue aprobada sin oposición en el congreso en un país de tercios polarizados, no ocurriendo lo mismo al intentar estatizar otras empresas.

 

El Plan Vuskovic (70-72) disparó la inflación a tres dígitos (205% 1972 y 606% 1973), el déficit fiscal de 3.5 % en 1970 a 9.8% en el 71, difundió la escases de bienes, y multiplicó la devaluación en medio de una crisis del petróleo. Vuskovic economista chileno, de origen croata, y profesor de estadística en “la Chile”, dio muestras que de economía no sabía nada. Terminó desbarrancando la economía chilena, que hemos visto venía mal, obligando a que muchos chilenos cuando vinieron al Perú compraran papel higiénico como si no hubiera mañana.

 

La locura de Allende, que incluyo el sostener a Vuskovic hasta el 72, fue financiar las estatizaciones, la aceleración de la reforma agraria, el congelamiento de precios mediante subsidios y el aumento de salarios de los trabajadores, pagándolo con emisión. Ese programa, que lleva a la bancarrota en cualquier parte del mundo, por el impuesto inflación, ha sido causa de revoluciones en la historia.

Muchos me contaron lo vivido por sus familias con las Juntas de Abastecimiento y de Precios que se instituyeron. La secretaria nacional de distribución que centralizaba el comercio mayorista hacía que el padecer y el mendigar por llegar a lo mínimo requerido fuera diario.

 

Sobre su muerte puedo decir que siempre me apenó más que como la perdida de cualquier otra vida; y respecto de la forma en que ella se dio, que la causa oficial de su muerte fue el suicidio. Ello, de acuerdo con el dictamen de la corte suprema de Chile en el 2014. ¿Si hoy estoy a favor o en contra, si celebro o conmemoro? Mi respuesta es que durante los años que conviví en Chile aprendí a conocerlos y compartir tanto el 11 y como el 18. Por ello, les recuerdo en este día, con estas líneas que me contaron con toda humildad.

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