La Economía de la Libertad, ¿Qué busca la economía de la Libertad?

Primera entrega publicada en Minuto Digital 


La historia da cuenta qué toda causa o idea ha sido defendida por aquellos que han creído en ella. Por ello me animo a escribir respecto de la economía de la libertad con la esperanza de contribuir a que teniendo claro el concepto, podamos no solo reconocerla, sino creer en ella.

Inicio este resumen indicando que el fundamento de análisis de esta nueva economía es la libertad como un modelo sociopolítico-económico. Por lo tanto, puedo decir que no la confundirán con liberalismo de mercado, ni con esclavizante mercantilismo. Tampoco con economía social de mercado; y menos con un híbrido que incluya planificación centralizada.

Entonces, ¿Qué es la economía de la libertad? ¿Cómo la podemos perfilar o caracterizar? En general, todos los modelos sociopolítico-económicos se les puede comparar por sus principios y la profundidad en ellos, es decir por ejemplo en: 1) cuáles bienes públicos serán provistos y como; o 2) el tratamiento de la Inversión (privada y pública) y su financiamiento; y 3) cómo se generan beneficios y como se participan en ellos, resolviendo la conflictividad característica del proceso.

Siguiendo este esquema de tres áreas, descubriremos que la economía de la libertad no es, más o menos estado respecto de otros modelos; o más o menos participación democrática en la economía respecto de otros. En economía, la realidad define, por ello los mercados imperfectos, las barreras discriminatorias (impuestos, subsidios y otras), y la existencia de externalidades, determinan las áreas que se requiere intervención del estado. Por ello la economía de la libertad incluye la forma y estructura del estado y la democracia que lo posibilita como un todo que le da sentido.

Por lo tanto, para hablar de la economía de la libertad conviene apoyarse en la esencia del concepto y en el espíritu que se lee desde dos “dialectos” de la economía, como son: el de gestión presupuestaria y de evaluación de proyectos. Si bien a ambos se puede considerar complejos (de difícil dominio). Sin embargo, no dudo que tanto sofisticados inversionistas como amas de casa comprenden sus principios. Además, me esforzaré en apoyarme con ejemplos prácticos y sencillos.

Al hablar de “libertad” en economía, nos referimos a aquella fuerza que permite mega creaciones colaborativas, como el mestizaje humano o el aspirar a la plenitud material. Así como también a la racionalidad individual amparada en la natural ambición a descubrir, inventar o simplemente ser el primero que tiene el ser humano. Es así que, el hombre también construyó o concibió al “estado o gobierno” como necesario para proveer bienes públicos, pero reconociendo que desde de él, pueden emanar también grandes males.

Por ello, la economía de la libertad cuida de la concentración del poder en manos de pocas personas, dado que es evidente amenaza a la libertad individual de cualquiera; y entiende que las decisiones satisfactorias son adoptadas, en la medida que estas, sean decisiones acordadas con transparencia, tomadas por representantes leales, y que signifiquen aumento en el bienestar general. Entonces ¿Cuáles bienes públicos serán provistos y cómo?

Una de las primeras características para describir a la economía de la libertad es la de ser “antiimpuesto”. Lo cual no debe entenderse como absoluta negación tributaria. Tampoco como una simple resistencia, objeción o desobediencia fiscal, por desacuerdos con la naturaleza o actitudes injustas que tomen las instituciones recaudadoras. Ser “antiimpuesto” es: rechazo a impuestos inútiles, mal concebidos y regresivos; impuestos que no maximicen la recaudación durante un crecimiento económico, ni minimicen contracción de ingresos (tributarios) durante recesiones. Es rechazo al aumento de tasas prefiriendo sistematizar pagos que maximicen las posibilidades de recaudación.

Dentro de la economía de la libertad se conoce que los “antiimpuestos” pagan impuestos, no porque sean justos, generales, con igualdad o por ser progresivos (distribuyendo la carga de acuerdo con las posibilidades relativas de cada uno). Los “antiimpuestos” pagan impuestos porque son convenientes a sus intereses de asegurar la libertad del ciudadano y sus descendientes. Es decir que en la economía de la libertad tenemos la hipótesis que la informalidad es inversamente proporcional a la legitimidad fiscal.

Por otro lado, de acuerdo con el dialecto presupuestario, el presupuesto público (principal herramienta de la política fiscal) está al centro en la relación entre el ciudadano y el estado. Siendo deber de todo funcionario público cuidar de la legitimidad fiscal, entendida como la confianza que se gana el estado, mediante el gobierno de la recaudación y el gasto de los tributos. Por ello en la economía de la libertad, no son válidas medidas que “mejoran transparencia” o “aumenten la responsabilidad”, así como reglas fiscales que no cierren déficits.

En cuanto a la provisión de bienes públicos, es evidente que diferentes dependencias del estado se encuentran evaluando, o incluso intentando, hacer hasta lo imposible o incluso lo opuesto que otra dependencia para lograr sus objetivos. Al menos así debería ser. Es decir, que el estado se encuentra siempre en ambos lados de la moneda. Eso sin considerar la diferencia con el nivel local, regional o nacional.

Todos tenemos ejemplos de cómo una dependencia del sector X en la región Z quiere por un lado gastar una cantidad de dinero con un propósito y en otra dependencia del sector Y de la región A quiere hacer exactamente lo opuesto. Si bien el efecto final o neto puede ser que la decisión sea “no hacer nada”, los costos no se han cancelado sino cuando menos duplicado.

Por ello, la economía de la libertad se preocupa de orientar mejor el gasto para hacerlo más justo para el ciudadano. Pasa por evitar que pague, para que la burocracia se dedique a crear y solucionar disquisiciones con dineros de otros. Ciertamente en sectores como la salud, la educación y la seguridad se requiere contar con un gasto más justo y mayor. Es evidente también, que las grandes transformaciones se logran sosteniendo la eficacia, tanto en el gasto, como en lo que viene funcionado.

Pero la economía de la libertad no organiza al estado para ser ni el “estado mínimo” del liberalismo” ni el malformado “facilitador y regulador” del socialismo incompetente. Técnicamente por principio se opone a toda política fiscal regresiva. Lo hace porque, permitir que hogares de las capitales reciban lo mejor de los bienes públicos, no solo es condicionar la libertad, sino condenar a la sumisión.

Lo mismo se opone a construir “falsos” bienes públicos como las entregas condicionadas de dinero, que no es otra cosa que robar libertad a propios y extraños, dado que estas entregas son falsamente progresivas, tienen alcance limitado y sobre todo condicionan la libertad de quienes la reciben. Entonces ¿Con que criterio interviene el estado en la economía de la libertad? Simple, con dos criterios 1) para evitar la anarquía en los mercados y 2) para fomentar el desarrollo en el país.

Otra característica de la economía de la libertad es: su anti-centralismo, porque rompe con la planificación desde la ciudad que concentra el poder de organizar y hacer (legislativo y ejecutivo) aspirando a la plenitud material desde el diseño de proyectos y programas con amplitud geográfica, mente abierta, que integren la ambición individual y el trabajo cooperativo. Asimismo, ya hemos mencionado que se rebela cuando se desperdician recursos. Pero su furia es mayor cuando no se crea el suficiente valor en la planificación, al postergar proyectos que se desarrollan desde regiones.

A mi entender la economía de la libertad no es una invención o descubrimiento que pertenezca a alguien en particular. Desde mi particular perspectiva diré que pertenece a la evolución del pensamiento económico; porque además varía y se adecua a territorios, culturas, raíces genéticas, incluso ambientales. Participan desde los “grandes” que influenciaron en el pensamiento económico, como los más “sencillos” trabajadores y comerciantes, que la hicieron fructificar en la práctica.

No pretendo extenderme más respecto de este primer punto. Pero podemos resumir que la aspiración a la plenitud material desde la economía de la libertad está muy lejos de la del liberalismo mercantil: que condena al hombre a la dependencia consumista y a la esclavitud del crédito para hacerle frente. Así también, muy alejada de la economía social de mercado que combina la libertad del mercado con equidad social, dejando al ciudadano con lo peor de ambos mundos.

La segunda característica que ayuda a describir la economía de la libertad esta referida a la Inversión y su financiamiento. Para hablar de ella, no es posible hacerlo sin requerir de sentidos y valores complementarios. Por ejemplo, sin sentidos complementarios como el: sentido de pertenencia, de observación y de la comunicación; junto a valores como la entrega, valentía, ambición, y esperanza; la libertad no puede materializar, tanto beneficios individuales, como maximizar retornos colectivos.

La inversión construye el futuro administrando riesgo y sacrificio, porque que se invierte el capital que se ahorra o el crédito que se concerta; con el propósito de disponer más y de vivir sin imposiciones. Por ello nadie valora por igual el disponer de agua, energía, alimentos, vivienda y vestido, pero sin libertad; respecto de cuando se es independiente y capaz de proveerse lo mencionado por sí mismo. Sería el absurdo de comparar como igualmente beneficioso el estar encarcelado, pero recibiendo los mismos bienes con otra que no lo está.

La inversión es el principal motor de crecimiento dentro de la economía de la libertad. Por lo tanto, el tratamiento a las formas de su financiamiento como a la inversión propiamente dicha, es signo distintivo respecto de otros modelos.

Por ejemplo, la economía social de mercado es un orden económico que se caracteriza por la libre competencia, la propiedad privada, la indicación de una libre formación de precios, libre circulación de trabajo, capital y servicios. Todos los factores mencionados son indicadores de libertad económica, pero no de economía de la libertad, porque en esta última se no compite por atraer a la inversión (privada o pública, nacional o extranjera).

El milagro de la multiplicación de los panes y de los peces parece solo superado por el de la multiplicación del dinero en los bancos. Porque se le entrega el dinero de los ahorros y estos son capaces de crear más dinero para invertir a tasas notoriamente superiores. En la nueva economía o economía de la libertad es posible para el hombre endeudarse para crecer sin caer en sumisión o esclavitud. Permite al hombre emprender para ganarse la vida y la de los que ama porque dispone de una estructura de estado que no estorba o sobre protege, sino que fomenta la inversión y no la promueve.

El mercantilismo dentro de la inversión se le identifica con promoverla o facilitarla. Estas dos opciones significan una posición entreguista que sobre valora el capital y el costo del dinero. Creando sesgos en la evaluación social de los proyectos de inversión. Lo mismo ocurre en sentido inverso en cuento a la pobreza monetaria que tiende al deterioro que ocasionando pobreza en el espíritu.

Por ejemplo, producto que una ingesta alimenticia insuficiente junto con no tener acceso al internet, al agua y desagüe y vivir en hacinamiento; te resta para cuidar de la fuerza de la fe, la perseverancia y la búsqueda del conocimiento. Es decir, se pierde junto con el hábito de alimentar el cuerpo, el hábito de alimentar el alma.

Otros matices se pueden identificar desde el dialecto de la evaluación privada y social de proyectos. Por ejemplo, la evaluación privada no es individual, hedonista o libérrima es colaborativa reconociendo la existencia de distorsiones: mercados imperfectos, impuestos y subsidios discriminatorios y externalidades.

La economía centralmente planificada mata el principal componente de la inversión que proviene de la iniciativa privada. La Inversión no reparte riqueza, la crea. La inversión pública se da donde la rentabilidad privada es nula o limitada, pero los beneficios sociales son altos en comparación de no ejecutar la inversión. (por ejemplo, agua y desagüe, transporte, energía)

En la evaluación social de un proyecto se busca establecer el aumento que su ejecución provocará en la riqueza de un país. Es decir, incluye el costo social de capital. los efectos indirectos y las externalidades que su producción y uso de insumos puede generar, que pueden ser medibles y valorables o como no. A estas últimas se les conoce como intangibles.

La inversión saludable de la economía de la libertad incluye en su fase de formulación el descubrir todas las opciones posibles involucradas a un proyecto (mercado, tecnología, producción, financiamiento, gestión) incluyendo análisis de escenario o sensibilización; que permite desarrollar certezas, conocer y determinar riesgos, minimizar incertidumbre. Porque la rentabilidad económica o financiera no determina la decisión de llevar a la práctica cualquier proyecto, dentro de la economía de la libertad.

Por ello cada persona debe tener la posibilidad y capacidad de decidir si quiere hacer o no una inversión independientemente de su rentabilidad. En la economía de la libertad, nadie debe imponer, ni siquiera las circunstancias, la necesidad de ejecutar una actividad o proyecto. Es decir, que la decisión informada respecto de inversiones (privadas o públicas) se toman porque razones éticas, morales, o de preferencias tomando en consideración la rentabilidad, pero no en sentido inverso.

Para que sea de igual comprensión tanto para financistas como para cualquier miembro de una familia, voy a dar un par de ejemplos. El primero referido a invertir en una panadería o en un taxi. En el cual la panadería es tres veces más rentable que invertir en un taxi. Sin embargo, la decisión de ejecución depende la libertad de cada familia para disponer de más o menos tiempo libre y de que el estado no quiera imponer que se prefiera un proyecto sobre lo otro. Porque la panadería si bien da más rentabilidad resta más tiempo a todos los miembros. Por lo tanto, en la economía de la libertad los proyectos privados no se imponen ni se subsidian con tasas de interés que hagan preferible uno u otro proyecto.

Por ello en la evaluación privada de proyectos se persigue establecer el aumento en la riqueza de los propietarios mediante la ejecución de la inversión, es decir se realiza aquello en lo cual se determina el valor presente de los flujos de beneficios netos legítimamente atribuible al proyecto de acuerdo con las razones éticas morales y de preferencia.

Pero ¿cuál es el criterio para la evaluación social de un megaproyecto de miles de millones de dólares que es muy rentable económicamente incluso cubriendo impactos ambientales y otros pero que, si bien la población cercana que participa reconoce que es un buen proyecto, no esta interesada en que se realice evitando que terceros reciban los beneficios? En la economía de la libertad no hay supremacías, todos los posibles beneficiarios tienen solidario interés porque se concrete lo proyectado, sin que se sobrecargue a unos con los problemas de otros. Más aún aquellos que han sido postergados por decisiones de planificación centralista.

Pasando al tercer punto. Si bien puedo mencionar a muchos pensadores que desde diferentes ángulos participan en la economía de la libertad, quiero citar a dos muy reconocidos que precisan, por un lado, Hayek diciendo que “El peligro es detener el proceso de experimentación, la prueba y error para lograr los ideales y otro peligro es la fuerza que da al estado la propaganda sobre la mente de la gente”. Por otro lado, Haya De la Torre quien especifica con claridad que la justicia social a la cual se refiere al aprismo es de pan con libertad.

Menciono esto porque a diferencia de los que añaden a esa justicia social, una justicia conmutativa o una justicia distributiva, la diferencia con la economía de la libertad es que no se excusa de la obligación de disponer de precisiones sobre si: el concepto de justicia social quiere el bien común, si quiere referirse a un imaginario irreal o utópico, o a la forma de quitarle a los demás lo que esforzadamente han logrado.

Es así como se hace necesario disponer de estas básicas certezas para no caer en caminos sinuosos que te atrapen. Porque es absurdo procurar la utopía del equilibrio y equidad entre individuos y colectivos, que tienen diversidad de talentos y enfrentan con actitudes diferentes las oportunidades que se les presentan.

Por ello, hablar de igualdad de oportunidades, reducción de impacto de colectivos vulnerables, repartir la riqueza de manera más justa, o distribuir mejor para hacer frente a la exclusión, no solo no es lo mismo, sino que involucra requisitos diferentes que afectan la libertad para tomar la decisión.

Pero recordemos la pregunta: ¿Qué busca la economía de la libertad? La independencia del hombre y de las sociedades que integre (empresas y estados) manteniendo en la conciencia y poder del hombre, la suprema decisión de su camino y por lo tanto de las consecuencias. La nueva economía o economía de la libertad implica por lo tanto una nueva democracia en lo económico. Siendo un tema central dentro de la economía de la libertad.

Las familias sabemos que la vida afectiva, espiritual, física e intelectual inspiran la vida profesional y económica del hombre: Por lo tanto, la economía de la libertad es también inspirada por las mismas raíces afectivas, espirituales, físicas e intelectuales, determinando lo profesional y lo económico del colectivo. Por ello es por lo que la libertad es la que sustenta las verdaderas revoluciones.

Termino con unos puntos adicionales. La economía de la libertad construye desde la realidad existente (biológica, cultural y geográfica), respetando a la dignidad humana, la solidaridad y cooperación que se requiere. Asimismo, reconoce la suprema autoridad que tiene el hombre respecto de la riqueza material que está en la tierra, teniendo la economía de la libertad una justicia societaria implícita porque no explica ni mide la pobreza, sino que la resuelve.

En la economía de la libertad no se requiere renovar pactos fiscales para reducir la desigualdad social, porque la desigualdad económica, que es previa a la social, depende de las decisiones y actitudes de los diferentes miembros de la sociedad y no de cómo se recauden y gasten los tributos.

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